domingo, 11 de abril de 2010

Los textos expositivos. 2º ESO



  1. Los textos expositivos


 

Los textos expositivos tienen como finalidad informar al receptor con intención didáctica. Son de carácter objetivo, es decir, el autor no emite juicios sobre lo que expone, por lo que predomina en ellos la función referencial del lenguaje.
Ésta es la tipología que encontramos en muchos textos de ámbito académico: apuntes, exámenes, libros de texto y de consulta, enciclopedias, etc. Es también el que se emplea en las obras científicas y técnicas.

1.1 Clases de textos expositivos

El autor de un texto expositivo debe tener en cuenta para quién escribe, cuál es el tipo de receptor a quien va dirigido su texto. En función de esto, se pueden distinguir dos tipos de textos expositivos:

Textos divulgativos

suelen tratar temas de interés general y, por tanto, están dirigidos a un sector amplio de público, no especializado. Aunque normalmente son sencillos, en ocasiones exigen del receptor un nivel cultural alto.

En los océanos, mares y ríos, como en todo medio de vida, existen numerosas amenazas para la supervivencia de los distintos seres que los pueblan. Huevos, larvas, pequeños peces, moluscos y toda clase de animales pueden ser pasto unos de otros dentro de la cadena alimentaria. Pero

también disponen de mecanismos de protección y ataque para poder sobrevivir entre enemigos inesperados.

Algunos se mimetizan con el fondo, como los lenguados, o se entierran rápidamente en la arena, como el cangrejo de mar. Otros proyectan una tinta oscura que forma una pantalla cegadora mientras huyen, como los calamares. Otros poseen agudas espinas, como el pez globo, o se refugian entre los tentáculos de las anémonas, como el amphiprion.



Josefa Alonso,

Historia natural. Fauna

 

Textos especializados

 tienen un mayor grado de dificultad, ya que van dirigidos a receptores ampliamente formados en la materia de que se trata.

Entiende Chomsky por estructura profunda la «estructura abstracta básica que determina la interpretación semántica de una frase» y por estructura superficial la «organización superficial de unidades que determina la interpretación fonética y que se relaciona con la forma física de la expresión efectiva, con la forma percibida o pretendida».



Jesús Tusón, Teorías gramaticales y análisis sintáctico

 
Con frecuencia los textos expositivos aparecen combinados con otros tipos de textos, sobre todo con los argumentativos, ya que muchas veces la simple exposición no es suficiente y el emisor debe usar argumentos como prueba o apoyo de las ideas que está exponiendo.
El valor cinegético del gamo y la hermosura de su porte le han acarreado siempre alto aprecio. Aunque se ha dicho que compite por el alimento con el venado, y por tanto le perjudica, las investigaciones en varios países europeos vienen demostrando lo contrario, es decir, que ambas especies pueden coexistir sin perjuicio de ninguna de ellas, pues ocupan distintos microhábitats e ingieren diferentes alimentos.



Félix Rodríguez de la Fuente, Fauna ibérica

 

 

1.2 Partes de un texto expositivo

Los textos expositivos presentan tres partes, aunque no siempre aparecen en este orden o falta alguna de ellas:
a Introducción. En esta parte se enuncia el tema principal, sin entrar en detalles.
Si se trata de un texto muy largo, la introducción puede incluir los objetivos de la exposición.
b Desarrollo. Se trata el tema con detalle, dividiéndolo normalmente en subtemas e ilustrando las explicaciones con ejemplos.
c Conclusión. Intenta ser una síntesis de todo lo que se ha planteado en el desarrollo con el fin de confirmar la idea que se enunciaba en la introducción.
En textos expositivos breves es frecuente que no haya conclusión.
El hallazgo del mecanismo de Antiquitera en 1902, entre los restos de un barco romano naufragado frente a la isla griega que le da nombre, abrió un gran desafío para los estudiosos del mundo antiguo. Era difícil creer que los pequeños fragmentos de bronce recuperados, hasta 80, correspondieran todos al de un reloj, y que se encajaba en una caja de unos 30 cm de altura, cubierta por un texto a modo de instrucciones de uso. Datado en el siglo I a. C, el mecanismo se anticipaba en más de un milenio a la generalización de los artilugios mecánicos en la Europa del Renacimiento.

Prosiguiendo estudios anteriores, un equipo internacional ha puesto en marcha un proyecto de reconstrucción e interpretación del mecanismo, para el que se han empleado avanzadas técnicas informáticas. Sus resultados, que acaban de presentarse en un artículo de la revista Nature, confirman el grado de sofisticación que se atribuía al aparato. Se cree que se componía de 37 engranajes, accionados mediante una manivela, y que movían varias agujas dispuestas sobre

tres esferas, dos por delante y una por detrás.

La función del mecanismo era indicar los ciclos astronómicos. Su precisión llegaba hasta el punto de prever los eclipses, como ha demostrado la nueva reconstrucción. El nuevo análisis

de los fragmentos ha duplicado el texto legible de las inscripciones de la caja.; la aparición de los términos «Venus» y «estacionario» sugiere que el mecanismo podía calcular los movimientos

planetarios. Un verdadero alarde técnico, pues, que demuestra el nivel alcanzado por la ciencia de la Antigüedad.



Historia National Geographic,

número 39

 

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